Cuando nos disponemos a escribir un texto argumentativo para clase o para el examen de la PAU, puede surgirnos la duda de si es preferible redactar en 3ª persona, a la manera de un editorial de prensa, o en 1ª persona, como sería más propio de una columna de opinión. Ambas opciones, si se respeta el requisito del registro formal, son válidas y pueden ser igualmente efectivas, si bien yo siempre he aconsejado a mis alumnos que se imaginen realizando el ejercicio como si fueran un editorialista.
En clase hemos visto ambos ejemplos, así que la decisión es vuestra.
- Los escritos en 1ª persona, muy atractivos siempre que el autor muestre una voz fuerte, auténtica, original y creativa, incluyen con asiduidad anécdotas usadas como recurso literario y generan más cercanía con el lector. Son útiles para defender posturas controvertidas desde la vivencia y permiten mayor libertad de estilo. Tienes un buen ejemplo al final de la página 75 de tu libro de texto.
- Los textos argumentativos en 3ª persona, de tono impersonal y más objetivo, son ideales para abordar temas de interés general desde una posición reflexiva y argumentada. Su lenguaje es más formal y en ellos se apela más a la lógica, los datos, las causas, las consecuencias, la autoridad... Tienes un buen ejemplo al final de la página 92 de tu libro de texto.
En función de tu propósito, podrás elegir una u otra opción: ¿quieres informar y argumentar desde la objetividad o persuadir desde lo personal?
Como siempre he recomendado a lo largo de estos últimos años (y teniendo en cuenta que el enunciado de la PAU nos exige un registro formal), si se trata de un contexto académico como el de un examen opta, preferiblemente, por la 3ª persona.
En cualquier caso, con independencia de que te inclines por un tipo de texto o por otro, nunca olvides los consejos que hemos anotado estos días:
- Redactar el texto en unos cuatro o cinco párrafos con estructura sintetizante o inductiva.
- No ponerse a escribir hasta tener en mente una tesis contundente y unos cuantos argumentos.
- Una introducción potente, con una anécdota, referencia cultural, cita, pregunta retórica... que capte nuestra atención y nos haga pensar que vale la pena seguir leyendo.
- Un desarrollo en el que no olvides usar recursos expresivos, referencias culturales y argumentos variados con conexiones a ideas históricas, filosóficas, humanísticas, científicas, artísticas, etc.
- Una conclusión redonda que incluya con nitidez la tesis, siempre formulada como aforismo o frase lapidaria.
- Y aunque tu texto esté parcialmente en 1ª persona (pues quizá relata una anécdota como recurso estilístico, como las que hemos visto en clase), procura desterrar de tu vocabulario expresiones como yo creo, yo pienso, en mi opinión, desde mi punto de vista...